INFORME DE TRABAJOS REALIZADOS
CASA DE PATRICIA Y LEONARDO FRANCO
- GRUPO COLIBRI -
11 de setiembre de 2004
Como actividad nueva para mí –probablemente el grupo ya lo habría hecho en alguna otra ocasión en alguna otra casa- fuimos a la casa de Juancito, Patricia y Leonardo Franco, quienes gentilmente habían invitado al grupo a pasar ese sábado un rato juntos y conocer su lugar de vida.
La idea que yo particularmente tenía era la de una velada de grupo, charlando, comentando experiencias pasadas y proyectando otras, escuchando a Carlitos mientras comíamos y bebíamos algo de todo lo que habíamos llevado. La consigna era de llevar cada uno algo para compartir con los demás.
Luego de reunirnos en el Centro Hakuna Matata, nos distribuimos en los automóviles que había disponibles y en caravana nos dirigimos hacia el este, para la zona cercana al Empalme Olmos donde se encuentra situada la casa, dentro de un terreno de varias hectáreas, rodeada por bosques de eucaliptos jóvenes.
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Luego de los primeros momentos de reencuentro del grupo, nos disponemos a trabajar al aire libre, dentro del predio de la casa.
Quiero destacar antes un detalle que, cuando llegamos y al descender de los automóviles, me llamó poderosamente la atención. Se trata de un sitio que alcancé a ver entre la oscuridad, algo así como una especie de círculo de piedra, en donde sentí claramente la necesidad de trabajar. Más adelante veríamos que tomando como centro el sitio elegido para el trabajo, hacia un lado del grupo quedó este sitio y exactamente hacia el otro se manifestó la presencia negativa de la dualidad.
Retomando el relato, elegimos entonces para realizar el trabajo un claro entre unos árboles detrás de la casa, entre los que se formaba una especie de lugar circular muy cómodo para contener al grupo aunque, como sentimos algunos después, puede no haber sido el más apropiado para ello.
Comenzamos mantralizando, elevando las escalas vibratorias individuales y las del grupo y, dirigidos por Carlitos Fernández, fuimos imaginando la cúpula o domo de energía verde que nos cubría, la cual luego fuimos ampliando sobre el lugar y creciendo hasta cubrir el país, América, el planeta.
Inmediatamente después, inducidos por las palabras de Carlos comenzamos a recibir energía de luz dorada, en movimiento, que bañaba al grupo.
Es en este punto en donde puedo fijar hoy mi recuerdo de conexión con mi interior, es decir, mi real entrada en meditación profunda. Es entonces que comienzo a sentir leves ráfagas de viento helado en el cuello y en las manos, estas últimas extendidas hacia delante con las palmas hacia arriba, mientras como en tantas ocasiones anteriores, siento en los dedos índice de cada mano los característicos toquecitos, la clara sensación de que me tocan ambos dedos de manera rítmica, firme y perfectamente sensorial, sin dejar lugar a duda alguna. Me mantuve con los ojos cerrados, manteniendo la imagen de la energía dorada y el domo o cúpula del lugar, disfrutando ese contacto sensorial en los dedos, con el que según me explicara Carlitos los guías van sintiendo o “midiendo” como estamos a niveles sutiles de energía.
Momentos después, abro los ojos y comienzo a ver una energía diferente a la que Carlitos nos proponía imaginar, como una bruma o niebla de color blanco que subía dentro del círculo que habíamos formado y nos envolvía a los que allí estábamos, pasando entre las piernas y rodeando los cuerpos de cada uno, que giraba en sentido antihorario y muy desordenadamente, por momentos de manera casi frenética. Intuí que esa energía no era positiva, me llamaba mucho la atención no sólo su color poco definido –la indefinición es a veces pauta de negatividad o, al menos, de presencia de debilidad y dudas- y sobre todo la fuerza a veces casi violenta con la que giraba, se retorcía y nos envolvía.(*)
Continuamos la mantralización, utilizando la clave antigua de apertura que es el Zin Uru, y nuevamente con los ojos cerrados, manteniendo el rítmico triángulo respiratorio y la posición de recepción de energía, me dejo llevar por la energía y la vibración.
Siento casi enseguida una voz que decía –o sonaba- algo así como “AMILA”, y que yo vinculé a o interpreté como la Guardiana del lugar, ya que coincidió con que en determinado momento Carlitos vuelve a agradecer a las jerarquías, guías, maestros y a los guardianes, y esta voz la siento cuando justamente él pronuncia la palabra “guardianes”. Tengo la firme convicción en ese momento que la presencia es femenina, su energía y su fuerza lo eran, más allá de que Amila, palabra que interpreto como su nombre, suena a nombre de mujer pero bien puede ser aplicado a un ser masculino. En fin, estas son conjeturas que en ese momento no hice, por tanto me remito simplemente a informar que senti esa presencia como femenina y a ese sonido como su nombre, con la absoluta certeza de que se trataba de una Guardiana del lugar. Tambien ahora y en relación con esto, reflexiono y me doy cuenta que no escuche su voz, ya que de tal manera hubiese notado si se trataba de voz de hombre o mujer. Extraño, pero “senti” ese vocablo de manera clara y potente, aunque no sonora... Me trae recuerdos de otra meditación pasada en la que también senti de la misma forma la palabra “Aimará”.
Momentos después, Carlitos le solicita a Vïctor González que guíe el final de la meditación. Víctor efectúa un agradecimiento a todas las jerarquías y luego nos invita a elevar juntos la Gran Invocación. Al finalizar, este da por terminada la sesión de trabajo y todos nos damos un fraterno saludo de paz y amor.
Un detalle que quiero dejar escrito es que al comentarle allí a Carlitos de esa presencia femenina y ese “nombre” que senti, el me sugirió –o debería decir propuso- la posibilidad de que se tratase de un anagrama, o de una palabra invertida. Me dijo “¿cómo se lee, al derecho o al revés?”, lo cual me dejó pensando en “Amila” o “Alima”.
Después, todo el grupo nos dispusimos a beber y comer algo de lo que habíamos llevado, y Leonardo, el dueño del lugar (un espíritu grande y original), nos sirvió una riquísima Grappa, muy fuerte pero en mi caso y para el frío del momento muy oportuna, de la cual bebí dos copitas.
Conversamos de lo hecho en el monte y Veo un ser en la pared sobre Juan José, al que le tomo una fotografía, para luego tratar de definir con la computadora. Evidentemente se trata de una mancha de humedad en la pintura, pero no deja de llamarme la atención.
En un momento dado, Martín manifiesta haber sentido la presencia de la negatividad o manifestación dual, y yo siento esto como confirmación de mi propia sensación. Víctor también corrobora con una percepción semejante y Carlitos, de inmediato, detiene el rumbo de esas expresiones, cambiando de tema. Queda claro entre muchos allí –si no todos- que hubo una manifestación de negatividad presente que incluso llego a generar un ligero temor en varios.
Roberto Menjoulou
Shrah Ton
(*) Nota: En letra itálica, transcribo literalmente lo que pude escribir en una hoja suelta al regresar a casa esa misma noche.
“Vi claramente la energía verde y dorada, y el torbellino de energía blanca, como leche aguada, que giraba en sentido antihorario sobre nosotros en rueda, y luego las presencias oscuras desde la izquierda de mi posición, uno en especial muy grande, muy fuerte y que presentó cierta resistencia a dejarnos trabajar y a retirarse, pese a que con los ojos abiertos vi a Martín, frente a mi y levemente a la derecha, hacerle frente. No sé exactamente como lo vi, ya que estaba oscuro, pero en ese momento entendí que él estaba lidiando con esa presencia negativa. La dualidad se manifestó fuertemente, incluso los perros ladraron mucho durante el Zin Uru. Vientos helados repentinos, brisas muy frías. En el bosque lindero a la entrada y justo de frente al sitio de donde provenía ese ser de negatividad, se formó entre las copas de los eucaliptos una forma muy parecida a la de Cristo, que luego le mostré a Víctor González”.
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